Si hay algo que Jay Gordon ha tenido claro a lo largo de su ya dilatada carrera es que a la fusión del blues con el rock había que tratar de darle una vuelta más de tuerca casi de una forma permanente. Por ello cuando se repasa su discografía tanto en solitario como en las diferentes formaciones en las que ha colaborado se puede observar claramente la evolución en el esfuerzo en sacar a su guitarra los sonidos más desgarradores sin perder la identidad de su cuna musical.
Es un guitarrista varias veces premiado y reconocido como uno de los mejores por gente tan importante como Eric Clapton (con el que compartió escenario en el Crossroads Guitar Festival del 2004) y sólo hay que detenerse en alguno de los solos de guitarra de su discografía para darse cuenta de ello. Además aporta una voz especialmente dotada para acompañar ese vendaval que sale de las cuerdas de su instrumento.
En este segundo disco que saca con su banda Blues Venom vuelve a ponernos los pelos de punta con un chorro imparable de notas plenas de esa fuerza que transmite y que desde luego no deja indiferente. Es cierto que no es un disco que pasará a la historia pero brilla a una gran altura.
