Había gran expectación desde que se dio a conocer la publicación de un nuevo disco por parte de los míticos Pink Floyd, máxime cuando se fue filtrando que se iba a convertir en un homenaje al desaparecido teclista del grupo Richard Wright y para lo cual se iban a recuperar composiciones, no utilizadas hasta ahora, de las sesiones de grabación de The Division Bell allá por los años 1993 y 1994.
En estos temas intervienen como es lógico los tres miembros que han mantenido el grupo tras la separación de Roger Waters, o sea, el mencionado Richard Wright a cargo de los teclados y sintetizadores, David Gilmour a la guitarra (aunque también toca a veces el bajo y los teclados) y Nick Mason en la batería y percusión. Junto a ellos aparecen otros músicos cumpliendo distintas funciones: Jon Carin (sintetizadores), Bob Ezrin (teclados y bajo), Guy Pratt (bajo), etc.
El disco es totalmente instrumental a excepción del último tema y respira estilo Pink Floyd por todos lados aunque tal vez deja traslucir un punto de excesiva monotonía. Junto a momentos espectaculares hay otros bastante prescindibles que sobre todo en las escuchas iniciales hacen que se haga un poco largo. No obstante los amantes del grupo sabrán extraer todo lo bueno del que probablemente va a ser su último disco.
